Al atravesar la entrada de la vivienda, el patio central se abre como un espacio acogedor de bienvenida y nexo entre los distintos espacios conectados.
La ausencia de barreras tradicionales entre las diferentes zonas crea una circulación fluida, guiada por una geometría única y armoniosa. Esta filosofía de diseño no solo fomenta un sentido de unidad, sino que también promueve conexiones visuales, permitiendo el desplazamiento con naturalidad de un ambiente a otro mientras se mantiene una percepción constante del entorno en su conjunto.
Las áreas comunes orbitan en torno al patio central, y cada espacio se funde sin esfuerzo con el siguiente. La luz natural inunda el interior desde el propio patio, generando una atmósfera que diluye la frontera entre el interior y el exterior.
En un segundo plano se encuentran las áreas privadas: dormitorios y baños, protegidos por un plano sobrio que actúa como telón de fondo del patio central.
Ligereza arquitectónica en suspensión.
La planta principal de la vivienda asume un papel dual: combina la solidez de la tierra con una sutil sensación de ingravidez, dando la impresión de flotar con naturalidad sobre el terreno. Esta elevación intencionada abre la casa al horizonte, enmarcando a través de grandes ventanales el paisaje pintoresco que se extiende hasta un arroyo que serpentea y acompaña delicadamente los límites de la parcela.